
Unos días después, cuando vamos a la primera ecografía deseamos que nos digan: “¿oyes este corazoncito que late?, es tu bebe”. Y queremos confiar en que cada vez que vamos a una eco o prueba nos comuniquen buenos resultados, nos digan “tranquila, todo va bien, tu bebe está bien”.
Sin embargo, a veces, después de lograr el embarazo, en alguna una ecografía de control, pasa algo inesperado, te dicen que “no hay latido”, o tras alguna otra prueba te informan de que “hay algún problema incompatible con la vida” de tu anhelado bebe y otras cuantos problemas.
Cuando escuchamos estas palabras suenan como un eco atroz, el tiempo se ralentiza, nos golpean por dentro, son duras, estremecen, duelen e impactan y nos rompen el corazón.
Muchas personas, incluidos los profesionales sanitarios, ante este dolor de la madre y la pareja que acaba de recibir una trágica noticia, reaccionan sin empatía: “bueno, mejor ahora que no más adelante”, “solo eran unas células”, “pero tranquila si eres joven”, “esto le pasa a mucha gente”, “ya verás como pronto vuelves a tener otro embarazo”, o ir directamente al protocolo de actuación: “esto es lo que tenéis que hacer para expulsar al bebé, etc.”. Palabras o acciones que en ese momento intentan consolar el dolor que produce ver a una mujer desgarrada ante la pérdida de su bebé.
A las personas y a los profesionales nos cuesta mucho sujetar el dolor ajeno, tanto que decimos frases hechas como las anteriores citadas, sin ni siquiera pararnos a pensar en el impacto que tienen para quién recibe una noticia tan mala; siempre se han dicho y probablemente se sigan diciendo.
Quizás lo que se necesita no sean palabras de ánimo apresurado, ni una sala de ginecología fría con profesionales prácticos y con los protocolos muy bien definidos (que los protocolos son necesarios, pero quizá no en este primer momento, sino un poco después). Hacer de la situación algo más humano, unos minutos sin hablar, una mano que nos mantenga en contacto y una mirada genuina, una persona que te diga: “ duele, duele mucho, no hay nada que duela más que la pérdida de un hijo/a…. puedes llorar, puedes romperte, estoy aquí para tí… te sujeto….”
Nos gustaría que cada vez pongamos más atención en esos momentos tan vulnerables a lo que decimos y cómo lo decimos, porque deja una huella que luego puede condicionar mucho tiempo después.